Una salida justa y sostenible de la crisis debe avanzar hacia el “residuo cero”
El 5 de junio se celebraba el Día Mundial del Medio Ambiente y miles de personas nos movilizamos para exigir una salida justa y sostenible de la crisis causada por la covid-19.
El gobierno tiene ante sí la oportunidad y la responsabilidad de responder a este clamor social. El 2 de junio, el Consejo de Ministros aprobó el borrador del Anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados, pieza clave de la Estrategia Española de Economía Circular y elemento central de la implementación del Paquete europeo de Economía Circular y de la Directiva de Plásticos de un Solo Uso.
Se trata de un texto muy esperado por la sociedad civil, que demandaba desde hace tiempo reforzar nuestra legislación en materia de residuos, adaptándose a la situación de emergencia climática en la que nos encontramos, y actualizar un modelo de gestión anticuado y deficiente. En la actualidad, casi el 90% de los materiales usados en la UE se pierde tras su primer uso.
El actual gobierno de coalición tiene por tanto una ocasión única para posicionarse ante el reto de reducir con urgencia el consumo de recursos naturales y de limitar la generación de residuos, para proteger el medio ambiente y la salud de las personas.
Nuestro modelo económico se basa en la incultura del “usar y tirar”. La pandemia del coronavirus ha empeorado esta situación, al provocar un aumento en el uso de productos desechables en base a la creencia errónea de que éstos son más seguros que los productos reutilizables. La industria del plástico ha fomentado esta falacia para su beneficio y ha aprovechado la crisis para intentar retrasar la implementación de la Directiva.
En este contexto, el actual borrador del Anteproyecto de Ley de Residuos, lejos de ofrecer una respuesta al reto planteado, resulta claramente insuficiente. El texto presenta deficiencias importantes, como unos objetivos de reducción poco ambiciosos, la falta de medidas concretas para la mayoría de los objetivos planteados y la apuesta por la voluntariedad. Cuestiones imprescindibles como abordar la obsolescencia programada,apostar decididamente por la reutilización de envases, productos de higiene o textiles, o implementar un sistema de depósito y retorno de envases como la mejor opción, están citadas de forma vaga o brillan por su ausencia.
Hay algunas cosas positivas. Por ejemplo, se prevé la implantación de la recogida separada de materia orgánica, aunque se espera demasiado para hacerlo en nuestra opinión , se implementa la obligatoriedad de ofrecer agua del grifo desde la restauración y se apuesta por acabar con el desperdicio de alimentos. Sin embargo, aquí también el borrador se limita en gran medida a aplicar lo que exige la norma europea, sin ir mucho más allá.
Poner fin a los plásticos de un solo uso
Nuestra nefasta gestión de residuos tiene consecuencias palpables, como los 9 millones de toneladas de plástico que se vierten cada año en los océanos. La urgencia de este problema llevó a la adopción de la Directiva europea sobre Plásticos de un Solo Uso, que el Anteproyecto de Ley de Residuos también recoge.
Entre las medidas previstas, el texto prohíbe a partir de julio de 2021 la comercialización de cubiertos, platos, pajitas y agitadores de bebidas de plásticos de un solo uso, entre otros productos. También se prevén medidas complementarias como la creación de un impuesto a los artículos desechables de plástico.
Estos objetivos suponen un buen comienzo, pero se debe ir más allá. El gobierno no puede limitarse a una implementación de mínimos de la normativa europea. Es urgente aplicar medidas como reducir el uso de todos los plásticos de un solo uso, y no sólo los envases de bebidas y recipientes de alimentos. Asimismo, la respuesta al problema de los plásticos no puede pasar por fomentar falsas soluciones como el consumo de otros productos también desechables como los bioplásticos. Hay que poner fin al modelo de usar y tirar y avanzar hacia la cultura de la reutilización”.
“Residuo cero” para una verdadera transición ecológica
Para avanzar realmente hacia un modelo de economía circular, que reduzca el consumo de recursos naturales y la emisión de gases de efecto invernadero, el gobierno debe tener en cuenta unas líneas prioritarias básicas:
– Establecer objetivos de reducción de residuos ambiciosos y con plazos.
– Cambiar el modelo de gestión de residuos, priorizando la reducción en la cadena de producción y distribución (esto es, desde la fase de concepción y diseño del producto hasta su distribución y consumo),
– En esta línea, apostar claramente por la reutilización, especialmente en fracciones clave como envases, electrónica o textil, y avanzar en la implantación decidida de sistemas de depósito y retorno de envases,
– Implantar la recogida selectiva en origen de la materia orgánica en la mayor brevedad posible para garantizar porcentajes de reciclajes más amplios y luchar contra la desertificación y la pérdida de suelo en todo el territorio. Esto implica desarrollar el potencial del compostaje descentralizado como mejor opción para el tratamiento de los residuos orgánicos.
– Por último, siguiendo la jerarquía de residuos establecida por la UE, poner todos los esfuerzos en reducir al máximo y, progresivamente, poner fin a la incineración, el vertido y otras soluciones finalistas.
Las medidas y ayudas económicas asociadas a la salida de la crisis no deben beneficiar a la industria del plástico ni de los combustibles fósiles. Hay que avanzar hacia un modelo de “residuo cero” que aproveche al máximo los limitados recursos naturales del planeta y minimice la contaminación. Sólo este enfoque contribuirá a una salida justa y sostenible a la actual crisis que priorice a las personas y al planeta por encima de los intereses empresariales particulares.