¿Qué hay detrás de la carne que comemos?
Puede que alguna vez hayas barajado la posibilidad de ir en transporte público en lugar de coger el coche, pensando en el cambio climático y en los gestos que puedes hacer para sumar fuerzas y proteger el planeta. Pero, en algún momento, mientras escogías tu comida, ¿te has planteado elegir un plato diferente por el cambio climático? ¿Te has preguntado qué impactos hay detrás de la carne que comemos?
La ganadería industrial acelera el cambio climático
Los impactos de la ganadería industrial, la carne barata y su consumo exacerbado, han quedado relegados a un papel secundario, caracterizado por una gran falta de información. Mientras todo el mundo tiene muy claro que un cambio en el transporte es clave frente al calentamiento, no pasa igual con la carne que comemos. Sin embargo, las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la ganadería industrial son igual a las del transporte global, un 14% en total, cada uno de los sectores.
La forma en la que producimos nuestros alimentos requiere de una gran cantidad de recursos, tanto para su producción como para su transporte y embalaje. Para que nos hagamos una idea nuestra comida recorre una media de 5.000 kilómetros antes de llegar a nuestra mesa. Pues bien, con la producción de carne el gasto de recursos se multiplica por tres. Para un kilo de ternera se necesitan 15.000 litros de agua, mientras que por ejemplo para un kilo de lentejas hacen falta 5.000 litros.
La ganadería industrial multiplica el uso de tierra, agua y energía para producir carne
Hemos leído y escuchado noticias sobre la deforestación del Amazonas. Los pulmones de la Tierra se mueren, pensamos. Por la cabeza se nos pasan innumerables motivos y muchos de los culpables de esta destrucción, y, aún así, tal vez no tenemos clara una de las causas principales: el 70% de su deforestación se debe al monocultivo de grandes extensiones de soja y maíz; en otras palabras, pienso para el ganado.
La deforestación de vastas extensiones de selva y bosque implica un aceleramiento del calentamiento global, la pérdida de especies de flora y fauna, de ecosistemas, pero también implica el desplazamiento forzado de las comunidades locales que allí habitan, así como la privación de sus medios de vida. Cada año 9.000 familias se ven obligadas a abandonar su hogar en Paraguay a causa de la expansión de la soja para pienso animal. Se trata de un problema global que tenemos que abordar desde diferentes frentes. Nuestro día a día, con la reducción del consumo de carne es uno de esos frentes, pero también lo es reivindicar políticas a través de colectivos y movimientos sociales que luchan por un consumo justo y responsable.
En España, desde hace años se está generando una burbuja en la producción de porcino
En la actualidad somos el tercer exportador mundial de carne de cerdo, solo por detrás de EEUU y China. Esta fiebre comercial está dando lugar a la proliferación de macro-explotaciones en multitud de pequeños municipios rurales, donde la industria porcina se presenta como la solución a los problemas económicos y de despoblación. La realidad es que la industria del porcino está en manos de grandes empresas que controlan el pienso, los animales y los estándares de producción, mientras que los ganaderos y ganaderas tienen un papel totalmente marginal. Los planes de expansión de la industria porcina se han encontrado con la fuerte oposición de la ciudadanía, decenas de plataformas vecinales se están movilizando, parando la construcción de macrogranjas, ganando batallas.
La producción industrial, con miles de cerdos hacinados en naves, es incompatible con la ganadería familiar a pequeña escala. Los datos así lo muestran: entre 1999 y 2013 desaparecieron 128.000 granjas familiares en España, el 71% del total. Los vecinos y vecinas no solo ven que no aumenta el número de empleos, sino que se ven afectados por la contaminación de agua y suelo que generan estas explotaciones. Sin ir más lejos, en Cataluña 142 municipios tienen problemas con el agua potable debido a la contaminación causada por los purines, los excrementos de los cerdos.
A todo esto, se suma el bienestar animal, mejor dicho el malestar animal. Estas naves son como campos de concentración para el ganado. Y es que el 87,3% de los cerdos están encerrados en naves con suelos total o parcialmente enrejados y nunca verán la luz del sol.
Menos y mejor carne
La ganadería industrial provoca un sinfín de impactos que pueden evitarse. Existe una ganadería respetuosa con los ecosistemas y justa con las personas. No es necesario dejar de comer carne para impedir sus consecuencias, pero sí que es indispensable reducir su consumo y optar por carne de calidad, producida a partir de criterios éticos, y para esto es necesario que la Política Agraria Común (PAC) integre estes principios. Si queremos transformar nuestro presente y avanzar hacia un futuro donde nuestra alimentación no encierre costes ocultos y endeude la vida de todo el planeta, necesitamos menos y mejor carne.
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