Movilizar, resistir, transformar

menu2

Soberanía Alimentaria

Noticias

Patata transgénica: Una nueva amenaza para Europa

21 diciembre 2007

Patata transgénica: una nueva amenaza para Europa

Se plantean nuevas amenazas para los consumidores europeos. La Comisión Europea está decidida a ignorar su opinión y seguir introduciendo nuevos cultivos modificados genéticamente (MG) en Europa. No es suficiente con el maíz, ahora la Comisión se dispone a imponer, sin el apoyo de los países miembros, el cultivo de una patata transgénica. Su aprobación supondría el primer cultivo transgénico autorizado en la Unión Europea (UE) desde hace diez años

En una votación en el Consejo Europeo de Agricultura del pasado mes de Julio, la patata transgénica no obtuvo el visto bueno de los países miembros. Once estados miembros votaron en contra, seis se abstuvieron (entre ellos España) y el resto votó a favor. Sin embargo, la Comisión Europea ha anunciado su intención de aprobar la patata transgénica para su cultivo en la UE. La opinión pública europea sigue mostrando un rechazo total a estos productos, con encuestas que indican que la mayoría de los europeos piensa que los alimentos transgénicos no deberían ser promovidos y que éstos son percibidos como inútiles, moralmente inaceptables, y como un riesgo para la sociedad [1]. Aún así, la Comisión Europea, fuertemente presionada por Estados Unidos [2] y por la industria, está dispuesta a asumir el riesgo.

¿Patata para uso industrial en nuestros platos?

Esta patata transgénica ha sido modificada genéticamente por el gigante de la industria química BASF para incrementar su contenido en amilopectina, que se utiliza en la producción de almidón con fines industriales, como la producción de papel. Está diseñada para su uso industrial, no para entrar en la cadena alimentaria. Sin embargo, BASF asegura en su solicitud de autorización que “no se puede descartar que esta patata sea usada o termine apareciendo en la alimentación [3]”.

BASF está tramitando también solicitudes para el uso de su patata MG en alimentación animal y humana, pero su inminente aprobación sería exclusivamente para su uso en producción de almidón. Si la propia empresa afirma que no puede prevenir la entrada de su producto en la cadena alimentaria, la aprobación de este cultivo implicaría, entre otras cosas, que estas patatas MG podrían ser cultivadas y entrar en nuestra alimentación antes de su evaluación y autorización para consumo humano.

Una nueva amenaza para el medio ambiente y nuestra salud

Esta patata, conocida como Amflora, tiene el visto bueno de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA en sus siglas en inglés). Aunque dado el historial de esta agencia, su aprobación no es precisamente una garantía de seguridad.

Esta patata transgénica contiene genes de resistencia a antibióticos. Bajo la legislación europea, este tipo de genes tendría que haber sido eliminados antes de diciembre de 2004. Organizaciones como la Organización Mundial del Salud (OMS) o la Agencia Europea del Medicamento han afirmado que los antibióticos para los que esta patata incluye genes de resistencia tienen un “importante papel” en medicina. La propia EFSA reconoce que el cultivo de esta patata puede provocar la aparición de resistencia a antibióticos, pero argumenta que no supone un riesgo “relevante” para la salud humana o el medio ambiente.

Por otro lado, la evaluación de riesgos de esta patata no cumple los requisitos marcados por la legislación europea. No se ha estudiado el impacto de la patata transgénica sobre el medio ambiente, tan solo sobre la fauna circundante. Además, falta información básica sobre su seguridad para la salud. La EFSA reconoce que los datos ofrecidos por BASF muestran muchas irregularidades, incluyendo irregularidades toxicológicas que podrían tener implicaciones serias en la seguridad alimentaria.

Pero además se ha ignorado el riesgo de contaminación. La patata se considera un cultivo de bajo riesgo en cuanto a contaminación por polen, pero es un cultivo de alto riesgo de contaminación debido a los tubérculos que quedan en el suelo tras la cosecha. Es prácticamente imposible recoger la totalidad de la producción, con lo que los tubérculos pueden crecer la temporada siguiente, contaminando la siguiente cosecha. Además, la experiencia con el maíz transgénico nos muestra cómo en la práctica la separación de las cosechas en recogida, almacenaje, transporte o procesado es una utopía.

¿Qué sentido tiene seguir apostando por una agricultura transgénica?

No se han aprobado nuevos cultivos transgénicos en la UE desde hace diez años. Los que ya están en cultivo no han mostrado ventajas para los consumidores ni han demostrado ser más productivos, además de generar multitud de casos de contaminación genética. Presentan graves riesgos para la salud y el medio ambiente. Se ha demostrado que las prácticas agrícolas sostenibles como la agricultura ecológica estimulan más la economía e incrementan la competitividad de la agricultura europea en mayor medida que la apuesta por los transgénicos [4]. Además, no hay mercado para los OMG, ya que la opinión pública sigue mostrando un rechazo frontal.

No podemos permitir que la Comisión Europea ceda a la presión de EE.UU. y siga introduciendo transgénicos en nuestra agricultura y alimentación solo para favorecer los intereses de las multinacionales. La experiencia con el maíz debería hacernos aprender de nuestros errores. ¿Patata transgénica? No, gracias.

David Sánchez Carpio Responsable del Área de Transgénicos Amigos de la Tierra Julio 2007

Notas

[1] Gaskell et al. 2006. Europeans and Biotechnology in 2005: Patterns and Trends. Eurobarometer 64.3.

[2] Amigos de la Tierra. EE.UU. sigue presionando a la Unión Europea para comercializar transgénicos

[3] Solicitud para el evento “Amylopectin Potato EH92-527-1” de acuerdo a la Regulación Nº 1829/2003, BASF Plant Sciences.

[4] Amigos de la Tierra Europa, 2007. La Estrategia de la Unión Europea sobre Biotecnología: ¿revisión parcial o crisis del proceso?

En Amigos de la Tierra contamos con el apoyo de más de un millón de personas en más de 70 países de los cinco continentes