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Mujeres y ganaderas: la doble invisibilización en el mundo rural

Ir a Mujeres y ganaderas: la doble invisibilización en el mundo rural 2 marzo 2020

Ana, Laura, Marina y Pilar son ganaderas agroecológicas. Como ellas, muchas mujeres salen al campo cada día para ganarse el pan y el respeto por su trabajo. El camino que han elegido sirve para que cada día mejoren los ecosistemas que habitan, tanto ellas como sus vecinos y vecinas. Así es la ganadería agroecológica, una práctica sostenible en extensivo que permite que el campo se regenere: que quede bien abonado, que se reduzcan los procesos de desertificación, que desaparezcan las malezas y, por tanto, que descienda el riesgo de incendios.

Si ya de por sí, el mundo rural se encuentra en abandono, las mujeres en el mundo rural sufren una doble invisibilización: en primer lugar por ser mujeres y en segundo lugar por ser habitantes de los pueblos. Y a esto le tendríamos que sumar que nuestras protagonistas además llevan la contraria a los procesos de industrialización que van colonizando todo el sector agropecuario. Un modelo que devora la tierra dejándola inutilizable y que destroza a las pequeñas granjas y huertas familiares a pequeña escala.

Por este motivo es imprescindible dar a conocer sus formas de vida. El trabajo es duro, muy duro, no lo ocultan en ningún momento, pero en todas se vislumbra ese orgullo por llevar a cabo una iniciativa tan acorde con sus ideales y su filosofía. Y es así como todas las mañanas se levantan a pesar de los obstáculos; gracias a un proyecto admirable que están manteniendo sin apenas ayuda. Para mucha gente, ellas son heroínas, guardianas de nuestros ecosistemas, a través de un constante respeto por la vida.

No es que este oficio haya sido en exclusiva de hombres tradicionalmente, de hecho las mujeres se han encargado durante siglos de labrar y pastorear, sin embargo no se ha reconocido este trabajo como propio, principalmente por la titularidad de las tierras, negada a las mujeres hasta hace relativamente poco. Y esto todavía ocurre a día de hoy en nuestro país, porque a pesar de ser las mujeres las que alimentan al mundo generando alimentos, todavía hay trabas que favorecen la posesión de la tierra.

Ellas mantienen un mundo rural vivo, fijan población al campo, cuidan de nuestro entorno, protegen razas autóctonas en peligro de extinción, y todo esto lo hacen siguiendo unos parámetros muy diferentes a los criterios imperantes del mercado. La productividad economicista no es la única forma de hacer, de hecho es esa productividad la que está acabando con nuestros recursos naturales, la que está envenenando ríos y acuíferos, la que propicia la despoblación, la crisis climática…

Hoy más que nunca necesitamos que Ana, Laura, Pilar y Marina se erijan como las guardianas de la tierra, que su lucha se una a la de tantas mujeres en todo el mundo para reivindicar la justicia de género, para reclamar unas políticas donde la gente y el medio ambiente sean el eje central de la vida. Ellas, nuestras heroínas del campo que alimentan a la ciudad.

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